Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos,
resbalándose por las encaladas,
a la caza de las chispas entre el humo;
no llueve sin fuego,
no ardemos sin cúmulos,
la tormenta nos mueve de la leña,
injertamos nuestras ramas en la misma raíz,
para que nos socave el sol bajo la tierra.
Antes de ser flor de brasa,
somos charcos.