Las ondeantes estrellas brillaban
sobre la faz del viejo manantial.
Un dorado campo de narcisos
se extendía ante mi visión,
queriendo danzar alegremente
con las nubes traviesas.
Mi alma, bailaba en aquella armonía…
y en la linde de aquel perfecto mundo
te vi llegar, buscándome.
Ahora, desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos,
esperando ser fugitiva dulzura
en el primer beso.