Nuestras almas añoran un rincón
al que acudir para aliviar
los tormentos de nuestra intimidad,
en donde podamos guardar
los bálsamos de nuestra conciencia.
Un borrado aposento para quienes,
hemos naufragado siguiendo
el insaciable remolino de nuestros pecados,
arrebatado sin posibilidad de retorno
por los tentáculos incorpóreos
que nos encarcelan,
mientras seguimos en la búsqueda.
Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos…