Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos.
Crece dentro de ella el silencio
que está estrangulando mi voz.
En ese silencio tú esperas
eso mismo que espero yo,
una respuesta a la pregunta
que nos provoca este dolor:
¿En qué lugar de nuestro enojo
dejamos perdido el amor?
Tal vez no debería de irme,
pero sin embargo, me voy.
Se queda un abrazo vacío
en donde decimos adiós.