Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos,
y el fulgor de las estrellas,
sobre estos cielos, cesó.
En esta morada nuestra,
donde habitaba el amor,
del silencio somos presa,
bajo una luna atroz.
Se exilió el pan de la mesa,
y el hambre —animal feroz—
acechando en la miseria,
nos devoró el corazón…