Cuando desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos iguales,
que fieros defienden sus ideales,
al trasluz hay títere y marioneta.

El primero, ocultando la escopeta,
nos convence con discursos banales
y señala culpable de los males
a quien su política no respeta.

El otro, que también mueve los hilos,
se desvive en el sueño de la tierra
sin importarle el fin de sus pupilos.

Y esta riña de intereses me aterra:
Son desorbitadamente tranquilos,
desafortunadamente, en la guerra.