Allí estaba, desorbitadamente quieta.
Era vieja, de madera,
con ventanas pequeñas
y puertas angostas.
El piso gemía con cada paso
y la troja escondía
el mayor de los tesoros;
maíz, frijoles, semillas para la siembra.
Los machetes, palas y rastrillos
adornaban los rincones y
las arañas decoraban las paredes.
Su espíritu y yo,
llena de vida al llegar el alba
y luego, … está la noche entre los dos.