Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos.
El aire pesa entre nosotros:
un vidrio frío que no deja pasar la voz.

Te miro, y en tus ojos, solo hay invierno,
tristeza derramada sobre la cama,
respiración hueca que nos martiriza.

Y la noche, cómplice y madrastra, calla.