El viento que nace entre montañas recuerda a los nombres perdidos.
Las sombras que viven en el agua hablan con los que duermen debajo.
Escucho una voz, la mía, quebrada en mil pedazos.
Desorbitadamente quieta está la noche entre los dos mundos en los que habito.
El idioma anterior al fuego facilita el olvido en las noches y días sin noche.
A lo lejos nadie comprende. Mejor permanecer dormido.
La ceguera busca la mirada en las vísceras de carnicería barata.
Escasos árboles renqueantes ocultan que nosotros nunca fuimos los mismos.