Luna, oh lucero de plata.
Dime con sinceridad,
si en la quietud
de tus aguas ves.
El amargo reflejo
de mis cuernos
y tu sonrisa encorvada,
con tu inherente rechazo.
Tengo celos del caballero
de la blanca luna, oh.
Porque sin caminante
no hay camino,
y desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos.