Tu caída fracturó, y asfixió mi vida,
aún escucho el respirar jadeante
de la tierra inerte, morada e hinchada.

Mi luto se convierte en lágrimas de fuego,
luego en incendio, sepultando en hollín tu cuerpo.
Cenizas de un velorio se alojan muy dentro,
funeral eterno velo en secreto.

Nuevamente… arrodillada ante ti,
un Octubre igual al que te perdí,
desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos,
mientras contemplo la tumba de tu adiós;
cierro los ojos e imploro, tal cual rezo:
sal de esa lápida fría y dame ese último beso.