Todo acabó
la lluvia y el invierno
afloraron la histeria
la atrocidad enmudecida
de los pájaros.
Y las estrellas cruzaban ciegas de ti
de nosotros mismos.
Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos.
Ahora otro acorde silencia
la amarga ceniza que envejece
la abundancia del sol
en aquella flama ensangrentada.