Pienso en el final de las cosas
en una plaza pequeña, rodeada de casonas, que oyen atentas las doce en la catedral
el azul de sus cúpulas: sus viejas estrellas.
Allá te miro, tiniebla; hablando sola en la banqueta
desde esta bruma que enluta mi alma
algo sopla mi vela:
hierba diurna en noche de piedra,
lago triste hecho de lluvia
que no sabe matar esta flor.
Bajo esta luna sincera
murmura el tiempo en la vereda
«yo aquí; tú, donde vea»
Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos…