Ya volviste, caminas de otro modo,
más firme, más mujer, más atrevida.
A la puerta del café, fumando esperas;
por aquí ellas no fuman, o no lo hacen así, al menos,
no visten como tú, no fijan la mirada como tú.
Te veo de lejos; aquí en el pueblo nada ha ocurrido.
Yo me leí todos los libros del mundo,
me había prometido escapar, seguir tus pasos, ser como eran
todos los intelectuales valientes de mis libros.
Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos.
Me reconocen tus ojos, divertidos y pesimistas al mismo tiempo;
años después, la misma puerta del café va a contemplar
como tú y yo, una vez más, no nos besamos.