«Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos…»
y me he quedado a contarle los lunares,
en silencio,
casi para no despertarla mientras te precipitas
por el latido sin luces,
las cuentas inconclusas
y las pieles destendidas sobre el cuarto.
Pero mañana habrá que decir de los lunares…
Haremos el café para explicarlo todo:
la ciudad a oscuras, el hambre, las distancias.
Para entonces estarás dormida,
y yo habré contado las estrellas
de tu espalda.