se vistió con sus mejores plumas
y tomó clases de canto
esperando que su amada lo aprecie
y, allí sobre aquellas ramas
cantó y cantó
el ultimo de su especie.
Me imagino a aquella ave con ánima de poeta,
susurrando a la soledad en pos
de su alma incompleta,
“desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos”.