La espalda apoyas en la pared
rocosa, frenética, ansías brisa
inconsciente de tus miembros, sumisa
al vaivén del manto azul, de tu sed.

Recurres al rincón de la última
vez, reparas en la cueva salobre
oscilas, mojas las mejillas, sobre
tu almohada construyes lúcida.

Una imagen efímera como miel
para tragar medicina y seguir,
jurar eterno al instante, serle fiel.

Abres los ojos de golpe y lo ves
Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos.