Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos
y sangrando nos contemplamos
con la mirada el uno al otro.

La piel agujereada gorma,
al unísono nuestros pechos
la pena acerba en la derrota
el rojo tiñe lirios quedos.

La blanca luna desde el cielo
presencia nuestro amor funesto;
tras el estruendo de las balas
hasta el pasto perdió el aliento.

Y con afán busco tu mano…
¿Podrá ser mi último regalo?