Desorbitadamente quieta,
la luna mira cómo tu sombra y la mía
se buscan sin prisa alguna.
Tu aliento despierta mi nombre,
lo enaltece al pronunciarlo,
y en ese temblor secreto
está la noche entre los dos…
latiendo como una verdad que se desborda.
El mundo se desvanece fuera de este instante:
solo tus manos y mi deseo suspendido,
la promesa que arde sin romper el silencio.
Y mientras el tiempo se disuelve,
siento que el amor —tan leve, tan feroz—
gira a nuestro alrededor, como una luz que no cesa.