Mis pasos cansados
van consumidos por la distancia.
La palabra muerde,
desorbitadamente quieta,
mientras mis hombros ajados
cargan sus lagunas blancas.
Y la luna, intrusa,
que se sujeta a dos mundos,
descose mis sombras
hacia el resquicio apagado, donde
está la noche entre los dos…
suspendida por mis brazos
que orbitan el vacío.