Tenías diecinueve años entonces,
la misma edad que yo, pero yo andaba
más cerca de los veinte. Tú viniste
al mundo en primavera. Yo, en invierno.
Años después, nos encontramos
desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos,
es pleno agosto,
cuando Madrid hierve en la caldera
del infierno y las calles despiden
un acre olor a fósforo incendiario
que te corta la respiración.
Tus sueños de entonces,
los míos, ahora.