Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos…
y en su pliegue me zambullo en tu creación, no veo márgenes ni límites,
salvo la mente en su afán de querer y querer…sin pretensión de comprenderte,
se difumina tu contemplación. Todo proviene de tu pensamiento hecho flor.
Sean de mí misma sangre o no, me quieran matar, lo permitiría sin temor.
Pero ante los indefensos, diré siempre que no, pues no hay muerte para mí,
sino solo la ilusión del olvido humano, al dejar de sentir amor.

Permíteme, oculto conservador, tener el frío filo de tu noche en su máximo fulgor.
Permítele a esta sin razón ser tu corcel, y mis inquietudes no pifiarán en tu sangre,
ni corral querré para mi amor, llamado a inmolarse en la inmensidad sideral,
por esta tierra que suplica volver al ritmo, donde no se interrumpa el canto en su cuna.
Contrarrestar esa lucha sin un buen motivo o razón, ha de ser mi alimento implacable,
debería ser esa la muestra de nuestro tributo eterno, hecho en tu conmemoración.