Como un suspiro atrapado en la garganta del tiempo,
desorbitadamente quieta está la noche entre los dos.
Como si temieran romper la frágil geometría del silencio,
Desconsoladamente rotas yacen las palabras sin voz.

El aire se nos cuela por los huecos del cuerpo,
buscando en la penumbra la gravedad perdida.
Tus ojos tantean los míos,
y yo busco la puerta al jardín.

Entonces, en el temblor mínimo de tus manos,
percibo aquel idioma que fuimos capaces de inventar.
Y sigo caminando
a tu lado.