Te escribo y sé que escribo,
Para que no me leas;
Te miro y no me miras,
Por qué tus ojos, no mienten.
Te acaricio tu piel y no te inmutas,
Ocultando caricias deseadas,
Te busco, en la claridad de la luna,
Que refleja tu silueta callada.
Te tengo en el silencio, cansado de la noche,
deteniendo el tiempo, en el beso sublime;
que se pierde, en el amanecer que nace,
llevándose el rocío, del sudor vivido.