«Te escribo y sé que escribo para que no me leas.»
Te escribo mientras llego solo y viejo al final.
Estas hileras negras ya no me pertenecen.
Desde este bar perdido de carretera antigua
veo un campo vacío donde antes hubo viñas.
En medio, un campesino anciano, paseando
despacio, cabizbajo, como buscando algo
que perdió cuando niño y aún espera encontrar.
Atardece y yo soy como aquel labrador
que va arando en la tarde la tierra con su sombra
que es más larga que él y ya desaparece.