Te escribo y sé que escribo para que no me leas,
amor, te busco en la noche callada,
como un grito que se ahoga con el viento.
Las estrellas se apagan -¡silencio!-
todo reverdecerá en la madrugada.
Déjame así, gritando en soledad,
como quiere gritar la alondra,
yo escribo para el polvo y la piedra
que habita en mí y que siempre te nombra,
pues mi sombra vive mejor en tu sombra.