Yo, cometa sin rumbo, giré en tu órbita incierta,
buscando solo una señal que me salvara.
Fui un astro menor, rendido a tu mirada,
y al acercarme a ti, mi alma quedó desierta.

Con un “te amo” no correspondido por vos,
Silenciaste a este fugaz poeta.
Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos.

Pequé creyendo nuestra historia duradera;
quizás fue el eclipse quien, al ocultarte, me cegó.
¿Quién soy yo para hacerte mía, si por ti gira la Tierra entera?

Mi luz, que creí eterna, siempre te perteneció.
Tú seguiste estrella fija, perfecta y verdadera.
Yo, lucero errante que el vacío devoró.