Me deslicé por la luz de la luna, era urgente,
era una noche de rayos, truenos y relámpagos.
De tanto pensar se me incendiaba el pelo y la frente.
Conseguí dormir sobre un reloj de Dalí, blando, desmayado.
Pasé la noche cuidada por mi madre amorosa y complaciente.
Olvidé casi todo y me entregué al oleaje de unos sueños extraños.
El cuadro El grito estaba mudo, parecía indiferente.
Yo, como Los amantes azules de Chagall, estaba en otra dimensión, también azul.
Y vi El beso bajo una lluvia de dorados.
Sé que de amor me lleno dulcemente
y en voz a borbotones me derramo.
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