Lánguido boga el camino hacia el ocaso.
Ella se oculta; él se esconde:
del mundo huyen por su osado acto.
Mil ojos les aguardan; cual vigías traidores;
tan culpables se sienten como ufanos
bajo las estrellas que ya adornan el horizonte…
Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos.
Mas llega ya la aurora, tensa y lenta,
cuando sus prietas manos, presas aún no son.
Y al despuntar el día, ellos al destino rezan
antes de que los juzgue el sol.