Hay noches que son como tierra suelta, polvazales de miradas y voces quebradas;
y las hay como cascadas, noches claras, noches de espejos en las que te pienso
joven, te pienso erguido, vivo; te pienso azul…
Secretamente me vuelvo pura memoria de amor desbocado, amor bonito y loco
que arremete y vibra y gime y desgaja, llora;
resbalo a los pozos más hondos, acaricio las fisuras, me arrimo a las grietas
y te abrazo todo con letras trémulas, letras vivas;
te beso la boca sin punto y aparte, camino tu espalda con tinta, te escribo.
«Te escribo y sé que escribo para que no me leas…» Escribo para nombrarte,
para no extraviarme en un lodazal de cenizas viejas cada noche.