Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos.
Hades, mi mirada te atraviesa,
y tu silencio se inclina.
Cada suspiro tuyo es un hilo que puedo tensar;
cada gemido,
un decreto que se curva bajo mi voz.
Tu piel se arquea ante el roce de mi boca,
y mi tacón se clava
sobre tu lengua.