El paisaje autóctono se expresa ligeramente por los cristales.
El verdor de sus hojas destella la savia dulce de sus raíces.
Resuenan las vibraciones del asfalto que poco tienen que ver con su magia.
Sarcásticas figuras se funden en graduales espectros de luz.
El futuro de las letras está gradualmente arrastrado por la naturaleza.
No vamos a escapar del estupor de sus atroces delicadezas.
El regocijo de mi alma invade cada célula de mi cuerpo.
Se siente el diminuto universo espiralizandose en mi interior.
Espero con ansias las precipitadas gotas de rocío,
que poco a poco mojan mi suavestar,
refrescando las sutiles y magnánimas entrañas de ensueño.
Te escribo y sé que escribo para que no me leas…
Y cuando ya no esté aquí, flotaran, frágiles, mis átomos por el aire.
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