En el silencio acuciante de tu duda me dices,
Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos,
porque en la batalla que inquieta feroz tu alma
mi lucha no es contigo, aunque conmigo me retes a la tuya.

Tu pasión, derrotero de otros mundos
¡ Que intimiden, si quieren, al timorato!
Yo solo anhelo tu calma.
en la cobija cálida de tu sangre,
en ésa que rebozan en nuestras cestas de regalos.

Por ello, amaina tus caballos
en la furia de otros amores
y reconforta tu alma aquietada
en la eterna espera de nuestro encuentro.