Mientras escribo, escucho el aliento de la ciudad
y mis sentidos son solo piezas de su jadeo.
Quisiera sembrar una saeta en las palabras
para ultimar al animal herido que me asedia.

Las ausencias no se remiendan con gardenias,
lo sabíamos cuando cultivábamos nuestro jardín.
Mientras escribo, los recuerdos amados exhiben
las hilachas de su desamparo en bulevares vacíos.

Te escribo y sé que escribo
para que no me leas.
Sé que mi orfandad ya no te alcanza
porque no hay voces capaces de nombrarla.