Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos;
sin pulso, como un viejo reloj
sin horas en vítrea esfera.
El corazón nos guía y alienta
por un sendero de fe y amor;
un ritmo sin compás, un fulgor
de almas en una tormenta.
La voz ha vencido al silencio
tras brillar la luna en mis ojos,
astros que inundan tu universo.
Amar quizás sea ver el cielo
reflejado en tu fiel rostro…
bajo el manto de un frugal beso.