Todos luchan por ella y nadie la alcanza,
y sin alcanzarla la creen haber tocado.
Aún a tientas, en la oscuridad de fuego,
la creen haber olido, amado y besado.
La Verdad, que ilumina hogueras a su paso,
retorcido pliegue que incendia los campos.
Todos luchan por ella y reclaman su trono,
sin haberla visto jamás, la aplauden y nombran.
En profunda oscuridad, acaban chocando entre sí,
se muerden y destruyen los reinos.
La tierna capa de blanco
se deshace con el trote del demonio.
Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos.