Estremeció su desnudez sangrienta
Sin más, lo clavaron de noche en el dia
Sus costillas se abrieron al quedar
colgando, con sus manos abrazando
de espaldas mi madero, ya sin jadear.
Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos.
Se alza ahogado en sus nervios
con clavos empotrados en mis fibras
para inhalar, y el corrientazo neuronal lo golpea, y al exhalar, vuelve a caer
sobre los mismos resortes malditos.
Tiemblo ser el receptáculo, no de la entrega, sino de Aquel que se entregó.