Hace horas que el sol nos dijo adiós
y en su estela se apagaron los colores.
Tu nombre flota, leve, entre las sombras
como un eco que rehúsa desvanecerse.
Intento hablarte con palabras de humo
pero mi voz se quiebra en su reflejo.
Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos.
Miro el reloj del cielo detenido
los astros tiemblan con pudor ajeno.
Hay un silencio antiguo que nos une
y otro más hondo que nos separa.
Y mientras busco el verbo que redima
la luna escribe “cobardía” en mi pecho.