Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos…
Palidece de muerte,
ahogada en tibios mares de saliva,
producida por nuestros rosados labios:
un océano que sabe a ti.

La noche entre los dos, aún quieta,
arden sus pupilas de envidia.
Se pregunta cómo en nuestras miradas
anida un fuego que la abriga.

La noche está inquieta, errante;
nos sigue por la ciudad,
prestándonos su negro manto
para amarnos sin cesar.