Te escribo y sé que escribo
para que no me leas.

Aturdido me pregunto,
y, con ello, indago y miro,
que al no sentir tu respuesta.

paso a paso me consuelo,
con la busqueda imperfecta,
y, por más que lo intento, en una constante duda,
interpreto mi poema, sin respuesta.

Tejo a mano, con esa luz tenue,
el tiempo dormido,
entre susurros de silencio,

que anidan en los cristales de la vida,
escribendo con ellos tu respuesta.