Estremecen mi ser las réplicas de tu ausencia,
en esa ausencia abre una galaxia exuberante
(formada por tu polvo, tu barro sin semblante)
un agujero con apetito de sentencia…

Mi cuerpo se estremece del grito a la conciencia.
Hoy todo recuerdo me resulta trepidante,
hoy todo recuerdo me resulta colindante
con tu rostro: el gesto que empuñaba tu inocencia.

Desde mi angustia, hijo, a las ruinas de tu voz
mis súplicas se extienden, se extienden a través
de los insomnios, de esta pesadilla feroz.

A pesar que noche y día mi barro golpeas
hasta la excomunión, no me consuela, no, pues
«te escribo y sé que escribo para que no me leas..».