Escapar del insomnio escasea
las últimas noches invernales,
mi cabeza no cesa y se centra
en cientos de sueños sin finales.
Entonces miro a la luna quieta,
que entre nubes sale en blanco traje.
Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos…
Sale con vergüenza y luego entra
con mayor fulgor y más talante.
Con esa actuación tan coqueta
le paga a mi insomnio su peaje,
porque esa delicada belleza
reconforta el alma en el viaje.