Llegó, vestida de blanco.
Su tacto, distante.
Su voz, helada.
Su mirada, tenebrosa.

Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos.

Suplico.
Quiero huir, gritar y llorar.

Mas su sonrisa me desarma.

Mi voluntad se desvanece;
y ante su oscuridad me entrego.