Desorbitadamente quieta
Está la noche entre los dos
Semejante a la negrura de un ataúd,
Donde se envuelven fragmentos carroñeros
De nuestros cadáveres cargados de heridas.
El recuerdo devastador sonríe
Bajo un halo de castigo desafortunado,
Derramando un flujo de amor
Donde tenemos sed de eterna evasión.
En el firmamento de los cadalsos,
Las cuchillas pulen nuestras emboscadas
—
En tus alcobas, donde la noche coagula.
Manipulando los despertares en miasmas.