Desorbitadamente quieta está la noche entre los dos,
las palabras se esclarecen en el eco de mi voz.
Mientras recito los versos más profundos de mi corazón,
siento que el alma despierta aquello que no quise ver.

Cuando la noche se oscurece surge un brillo en la nada,
una luz que en el silencio deja la mente encantada.
Lo encuentro en las palabras que el tiempo no ha borrado,
en los libros antiguos que siguen a mi lado.

Y entre poemas de antaño descubro mi propia esencia,
la raíz de mis sueños, mi verdad y mi conciencia.
Cada verso que pronuncio me devuelve a lo que fui,
me revela en su latido lo que aún vive en mí.

Así, en esta sombra quieta que rodea nuestro abrazo,
el poema se hace vida y el corazón halla su paso.