Rozan mis manos el radio de tu sombra,
y el mundo se detiene como un péndulo sin reloj.
En el borde del vaso tiembla una luna pequeña.
Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos…
La oigo latir, como una página que aún no se ha escrito.
Ni basta el aire: nos sostiene un silencio que nombra.
Donde hubo ruido, ahora cabe una promesa entera.
Tu mirada: un faro que no gira y, sin embargo, guía.
Mi voz: un hilo que cose, sin puntada, la distancia.
Si pasa el tiempo, que pase por fuera, sin tocarnos.
Si cae la luz, que caiga adentro y nos encienda.
Y que al decir “nosotros” se agrande el mundo, no el rumor.