Desorbitadamente quieta está la noche entre los dos…
el parque pequeño se repliega bajo la escarcha,
tu aliento es luz cautiva entre las ramas,
mi sombra, brizna fugaz hacia lo eterno.
Nada rompe el temblor de las farolas,
ni el tiempo adormecido bajo el sueño de la piedra;
recordamos voces—aún sin vuelo—
que cruzan la distancia entre tu pecho y mi memoria.
Desorbitadamente quieta está la noche entre los dos…
y cada estrella es promesa
de un rostro en soledad, buscando
el latido primero en la frontera del alba.