No te encuentro, no estás aquí.
Siento, desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos.
Fría, oscura.
Una lanza plateada que atraviesa.
Me separan de ti, la soledad inunda,
dime, ¿resistirá mi corazón
a todo lo que el tiempo le guarda?
La respuesta, incierta, pesa
y hunde la piel de madera.
Yo, bajo hojas de parra y morera,
esperaré sentada a que tu mirada vuelva.