Te escribo y sé que escribo
para que no me leas
pero, igualmente, vierto las letras
de mi amor por ti
en este humilde papel.
Esas letras que, antaño,
tracé en cada curva de tu piel,
en cada guiño de tu sonrisa,
en cada sombra de tus besos.
Y echaré a volar esta misiva,
con el viento de la tarde,
para que lleve hasta ti
la tibia neblina de mi añoranza.
Aunque nunca la leas.