Veo que desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos. Tú yaces,
me preguntas suave y te mereces
no despertar aún de esa escueta
pesadilla que no atormenta.
Por eso mi vida, no te levantes
vengo de orinar, no te asustes
regreso de mi batalla incruenta
pues ya la vida me está apartando
de este valor tuyo de cuerpo amable
mío, de piel tan suave, que incitando
ya a nada porque nada es sobornable
ya, el cuerpo insiste irme boicoteando
de todo lo que queda insalvable.